La cuerda se rompe por la parte más débil.
En este quehacer educativo el punto de quiebre, la parte más débil en el sistema es el estudiante. Todo está hecho para ellos pero el que pierde a la hora de enfrentar dificultades propias del sistema es el estudiante.
Por dificultades de aprendizaje o conductuales a la hora de escoger quién se queda o quién se va, quien es sujeto de intervención, a la hora de hallar culpables y otros problemas que se presentan en el sistema, el escogido para expiar la culpa es el estudiante.
Los currículos son pertinentes y bien diseñados; los docentes son idóneos, bien preparados; los padres están ocupados trabajando para el sustento de la familia. El más frágil, el que está en el último eslabón de la cadena, el más indefenso, el que tiene todos los problemas, el que ocasiona las dificultades es el estudiante.
NO MÁS.
Entremos a revisar el currículo: su pertinencia, su capacidad de promocionar competencias útiles en la vida de los individuos y la sociedad.
Examinemos a los docentes: su idoneidad, su liderazgo, su empoderamiento, sus competencias comunicativas, de sensibilidad social, los niveles de tolerancia, su preparación académica y de gestión del aula.
Miremos a la familia y al entorno social del estudiante.
Todos tienen alta injerencia en cada niño, niña y joven y todos quedan justificados a la hora de abordar la problemática de un estudiante. Aunque se tienen en cuenta estos factores como incidentes en el comportamiento del estudiante, siempre terminan siendo justificados y sobre el estudiante recae todo el peso de sus errores.
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