Me he estado avergonzando de pertenecer a un gremio que ante los ojos de la sociedad no tiene nombre, ni altura, ni hace parte de la élite. Porque el conglomerado de docentes se ha dedicado a parar para no trabajar, a quejarse por todo, a exigir condiciones excelsas para la labor pero los resultados son paupérrimos. Un gremio con una jornada laboral con estudiantes de 20 horas a la semana y las otras 20, que serían para el trabajo complementario: planear, evaluar y cualificarse no se llevan a cabo.
Un gremio que está de palabra y en los paros al lado de los más vulnerables pero pide que no entren a las aulas los jóvenes que presentan mayores dificultades académicas y trastornos de convivencia.
Un gremio que no está en continuo avance y se deja atropellar de los avances de la ciencia y la tecnología, así como de las nuevas tendencias en la propia rama de la pedagogía.
Unos docentes que se igualan con el pueblo en los instintos más bajos y en parlache propio de excluidos de la escuela y no denota la altura académica y la clase cultural de la que hace parte.
Es triste saber el concepto en que las gentes del común tienen a los docentes: vulgares, malas pagas, viciosos, groseros, soberbios se rebuscan la vida "maestriando".
Qué vergüenza!!!
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