"Los padres de familia no apoyan el proceso educativo". Uno más de los mitos que se han creado en la educación, una frase cliché que se ha enquistado en el argot docente. Cuando se hacen reuniones de docentes para atender a los retos que nos enfrentamos en la escuela, salen a flote frases preestablecidas como:
"Falta de recursos", "ausencia de los padres de familia", "falta de compromiso de los estudiantes en el proceso formativo"... y otras más que en el momento no tengo presentes.
Cuando anteponen la falta de compromiso de los padres de familia en el proceso formativo, aluden a la inasistencia de las madres a las reuniones que propone la escuela desde diversos estancias: directivas, docentes y personal de apoyo. Estas reuniones a las que se convocan son esencialmente para recalcar el "mal comportamiento de los niños", "la pereza de los niños", "el bajo desempeño académico"... Se enfatiza en la importancia del acompañamiento familiar en el proceso educativo, la exigencia a los niños para que atiendan sus quehaceres académicos, la apatía de los estudiantes para estudiar, los continuos comportamientos disruptivos en el aula.
Es un discurso repetitivo en el que se recae toda vez que estamos en frente de los acudientes. No se tienen presente algunos elementos que influyen en la negativa de los acudientes para ir a estas reuniones.
Creo que el rol de los padres de familia en el apoyo a la formación de los niños radica primordialmente en la formación de valores humanos como la motivación, el respeto, la responsabilidad y demás semejantes. También el hecho de enviarlos a la escuela, el cuidado de los niños en su salud y bienestar: casa, alimento, ropas, recreación, actividades complementarias. El asunto de académico está centrado en la escuela, de tal manera que los aprendizajes son responsabilidad de los centros educativos, con un apoyo motivacional de los padres. No es tarea obligada de los padres participar en la elaboración de las tareas escolares, máxime sabiendo que la mayoría no tienen los conocimientos para hacerlo. Las mamás en su afán de coadyuvar con las exigencias escolares mal forman en aspectos trascendentales como la lectoescritura y el razonamiento lógico-matemático.
Nuestra comunidad educativa está conformada por muchas mamás que son cabeza de hogar. Estas señoras, muchas de ellas son las que laboran para la manutención del hogar y son las que menos participan de reuniones y cuyos hijos presentan mayores exigencias educativas. Señoras que tienen jornadas muy extensas en trabajos en casas de familia o en fábricas con horarios muy extensos para tratar de conseguir unos pagos extras para suplir necesidades del hogar.
Creo que es importante ponerse en el lugar de personas con jornadas de trabajo extensas, en condiciones muy adversas, yendo, muchas veces de pie en un bus atestado de personas, como sándwich, apilada en el bus, hacer filas durante muchos minutos en la parada de los buses. Creo que es indispensable pensar en estas personas y sus condiciones vitales para entender el por qué no acuden oportunamente a los llamados de la escuela. Entender que están procurando el bienestar de sus hijos en la medida de sus capacidades, que están apoyando el proceso formativo de los niños desde su saber y su esfuerzo. Que primero tienen que velar por las condiciones mínimas vitales: arriendo, pago de servicios, alimentación.
Conclusión: empatía, entender que los padres apoyan el esfuerzo educativo desde sus posibilidades y que la tarea académica es propia de la escuela.
Es como si pretendiéramos que un padre o madre, que ni siquiera terminaron sus estudios secundarios ayuden a resolver teoremas del coseno, enunciados filosóficos, postulados de la física, teorías científicas a jóvenes de grados de la media académica. Igual, en los primeros grados, las intervenciones de los padres de familia se pueden volver un aporte adverso en el proceso de aprendizaje. Ellos son los padres de familia, no son pedagogos.
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