Hurgando, inquiriendo, buscando, cuestionando y sigan los sinónimos para tratar de hallar la raiz del problema social y económico de mi país me ha llevado a pensar que una de las causas radica en esa tendencia a menospreciar la riqueza y a ver el progreso como algo negativo, tildándolo como propio de personas que no tienen humanismo, carentes de sentido social y de orientaciones políticas de derecha (neoliberales). Me perturba cuando encuentro a tantas personas viviendo en situaciones económicas paupérrimas, en condiciones infrahumanas y descubro que esto deviene de una educación para la miseria, de una filosofía de la carencia, de una felicidad al mejor estilo de Diógenes: la felicidad no requiere de posesiones, aduciendo que la riqueza es una forma de esclavitud.
Ahora, cuando me acerco a estos seres descubro que no hay tal felicidad: no se van a vivir al desierto o a una selva de tal manera que prescindan de la sociedad de consumo en la que están inmersos, procuran hacer parte de esa economía de mercado, pero siguen denigrando de ella, oponiéndose a sus reglas, peleando con la realidad y en suma, no parecen para nada felices.
No son capaces de vivir en un tugurio y se la pasan pagando arriendos costosos o cuotas a un banco para tener una buena casa. Reniegan del Estado porque consideran que su vivienda es es obligación de éste, o sea de los demás ciudadanos que aportan a las arcas del Estado, o sea, para mantener a los demás.
Me impacta de manera negativa cuando escucho a los jóvenes con la proyección de estudiar ciencias sociales: antropología, filosofía, sociología, psicología, educación. Son profesiones de baja remuneración (no sé, tengo la idea de que es por su naturaleza "blanda" y porque la empresa privada no los requiere con tanta urgencia) y poca oferta de empleo. Por ello, inmediatamente se inscriben en las universidades y empiezan a darse cuenta de la pobre carrera que eligieron, por inducción de los docentes "poetas", románticos desconectados de la realidad o por su ineptitud para enfrentar carreras de alta exigencia intelectual (rigurosidad, disciplina, estudio) se enervan y empiezan su "lucha social" en pro de las conquistas laborales, de los desvalidos, de los pobres del mundo (que viva la Internacional Socialista). Aparecen en las Universidades públicas conformando grupos revolucionarios, ocasionando paros, protagonizando pedreas y cuando llegan a ejercer continúan en sindicatos, generando caos y produciendo cero.
Sería bueno indicarle a los jóvenes que estas carreras son muy importantes para la cultura humana pero deben ser tomadas por las clases económicas pudientes, puesto que no requieren de ellas para sobrevivir, pueden dedicar su vida a estudiarlas y continuar su desarrollo epistemológico.
Me dolió profundamente conocer el caso de una socióloga que algún día perdió su trabajo porque éste dependía de la política del momento y tuvo que dedicarse a vender artesanías y empanadas para solventar su momento vital. Ahhh, luego terminar dando clases en un colegio, lo que inicialmente no fue su orientación vocacional. Peor aún, con hijos y a los cincuenta y cinco años pagando la cuota de una casita, cuando debería estar gozando de una vida de tranquilidad y abundancia.
Importante mensaje a las facultades de educación y a las normales: Se requieren docentes conectados con la realidad, con el mundo actual. Es indispensable bajarlos de esas nubes en que se mantienen fantaseando, viviendo de quimeras y que proyecten a los jóvenes a una vida de abundancia, riqueza, éxito. Un primer paso es la formación de una mentalidad próspera, ajena a las quejas y el pesimismo y limitaciones.
Ahora, cuando me acerco a estos seres descubro que no hay tal felicidad: no se van a vivir al desierto o a una selva de tal manera que prescindan de la sociedad de consumo en la que están inmersos, procuran hacer parte de esa economía de mercado, pero siguen denigrando de ella, oponiéndose a sus reglas, peleando con la realidad y en suma, no parecen para nada felices.
No son capaces de vivir en un tugurio y se la pasan pagando arriendos costosos o cuotas a un banco para tener una buena casa. Reniegan del Estado porque consideran que su vivienda es es obligación de éste, o sea de los demás ciudadanos que aportan a las arcas del Estado, o sea, para mantener a los demás.
Me impacta de manera negativa cuando escucho a los jóvenes con la proyección de estudiar ciencias sociales: antropología, filosofía, sociología, psicología, educación. Son profesiones de baja remuneración (no sé, tengo la idea de que es por su naturaleza "blanda" y porque la empresa privada no los requiere con tanta urgencia) y poca oferta de empleo. Por ello, inmediatamente se inscriben en las universidades y empiezan a darse cuenta de la pobre carrera que eligieron, por inducción de los docentes "poetas", románticos desconectados de la realidad o por su ineptitud para enfrentar carreras de alta exigencia intelectual (rigurosidad, disciplina, estudio) se enervan y empiezan su "lucha social" en pro de las conquistas laborales, de los desvalidos, de los pobres del mundo (que viva la Internacional Socialista). Aparecen en las Universidades públicas conformando grupos revolucionarios, ocasionando paros, protagonizando pedreas y cuando llegan a ejercer continúan en sindicatos, generando caos y produciendo cero.
Sería bueno indicarle a los jóvenes que estas carreras son muy importantes para la cultura humana pero deben ser tomadas por las clases económicas pudientes, puesto que no requieren de ellas para sobrevivir, pueden dedicar su vida a estudiarlas y continuar su desarrollo epistemológico.
Me dolió profundamente conocer el caso de una socióloga que algún día perdió su trabajo porque éste dependía de la política del momento y tuvo que dedicarse a vender artesanías y empanadas para solventar su momento vital. Ahhh, luego terminar dando clases en un colegio, lo que inicialmente no fue su orientación vocacional. Peor aún, con hijos y a los cincuenta y cinco años pagando la cuota de una casita, cuando debería estar gozando de una vida de tranquilidad y abundancia.
Importante mensaje a las facultades de educación y a las normales: Se requieren docentes conectados con la realidad, con el mundo actual. Es indispensable bajarlos de esas nubes en que se mantienen fantaseando, viviendo de quimeras y que proyecten a los jóvenes a una vida de abundancia, riqueza, éxito. Un primer paso es la formación de una mentalidad próspera, ajena a las quejas y el pesimismo y limitaciones.
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