Desde que escuché la fábula de la carreta vacía me la paso muy pendiente de cuánto hablo y atento a los que hacen mucho ruido. Algo así reza la fábula: "Cuando la carreta está cargada, llena, no se siente al pasar. Lo contrario sucede cuando está vacía... ah si es como la de la Tertulia, que es metálica sí que suena cuando la empujan vacía". Que me excuse el autor de la fábula porque no recuerdo quién fue, ni dónde la leí. Pero que se dé por bien servido, puesto que su reflexión le sirvió a un ser humano para procurar "llenarse" antes de hacer "ruido".
En la misma línea está la frase que que dice "dime de qué te jactas y te diré de qué careces". Cuando se presume de una cualidad o don, alardeamos de él, lo proclamamos a los cuatro vientos es porque hay un ansia desesperada por ello, mas no significa que tengamos dominio de él.
Me ha causado gracia, pesar, vergüenza, lástima y una mezcla mayor de sentimientos cómo los docentes alcanzan a "igualarse" con los estudiantes. En muchos aspectos, desde lo más ruin de los comportamientos de los chicos hasta ponerlos en el nivel de sujetos de alta dialéctica. La escuela desde su fundamento en la antigüedad, la academia fundada por Platón, dicta que los más eruditos son los que la forman. Sólo tienen acceso aquéllos que tienen las aptitudes para pertenecer allí. Dicen que en la entrada de la academia se leía: “no entre el que no sepa geometría”. El mensaje dice que a los espacios de la discusión pedagógica, de ciencia, de academia entran sólo aquéllos que están dotados de la erudición suficiente para la discusión.
Me asombra ver cómo los docentes inmiscuyen a estudiantes, padres de familia, a cualquiera en la discusión de la más alta pedagogía. Ponen en el mismo nivel para el debate epistemológico de esta "ciencia" a cualquiera. Esto deja sin piso el saber del docente, el cual es equiparado con el del joven de 15 años o menos que a penas puede deletrear y su mayor habilidad es poner memes con su reducido vocabulario en facebook o whatsapp.
Viene desde hace unas décadas tomando fuerza la idea de que la pedagogía es una "ciencia", afín a las sociales o de la misma familia. Criticado este concepto por las llamadas ciencias de la naturaleza, en parte por su falta de rigurosidad en su epistemología. Compartiendo con los docentes de diario doy la razón a quiénes cuestionan la cientificidad de la pedagogía. No hay nada tan impreciso como el saber de los licenciados, espcialistas y hasta doctores en educación. Si bien a esta ciencia la asiste el hecho de hacer parte de las ciencias sociales y de utilizar métodos de corte comprensivo, los instrumentos de que se vale también pueden ser de corte cuantitativo. Pero bueno,...
Después de esta mínima disertación, quiero puntualizar que los docentes se quejan de haber perdido "status" o reconocimiento social. Bien ganado lo tienen, pues si puede disertar de conceptos propios de la ciencia como calidad educativa, sistema educativo, metodologías de enseñanza, didáctica y otros más de igual modo el tendero de la esquina, el estudiante de octavo, undécimo o normalista que el doctor en educación... ¿Para qué un doctorado en educación?
Zapatero a tus zapatos, dicho popular, tan sabio como la máxima de Platón. Hay asuntos que competen a los expertos y temáticas que discuten entre los que se han dedicado a un determinado saber, arte u oficio, o por qué no decirlo, ciencia.
Es irrisorio escuchar las conversaciones espontáneas de los que van a fútbol y hablan con tanta propiedad de estrategia de juego, de quién debió salir, a quién debió colocar el técnico que uno llega a pensar que deberían ser los estrategas ellos y no el que allí está detentando el cargo. Ignoran cuáles son las motivaciones y las situaciones propias del oficio. Pero vale decir que "la ignorancia es atrevida" y yo le agregaría "vergonzosa" pero por su propia condición no sabe lo que es.
Poner a los estudiantes a discurrir sobre los conceptos más elaborados de la pedagogía: la misma pedagogía, la didáctica, las metodologías, la evaluación, es como cuando a un neófito en el asunto, un ingeniero de sistemas le pide la opinión acerca de las limitaciones o ventajas que tienen linux respecto a macintosh o de estos entre sí frente a windows. Cualquier afirmación será ridícula. Zapatero a tus zapatos.
En la misma línea está la frase que que dice "dime de qué te jactas y te diré de qué careces". Cuando se presume de una cualidad o don, alardeamos de él, lo proclamamos a los cuatro vientos es porque hay un ansia desesperada por ello, mas no significa que tengamos dominio de él.
Me ha causado gracia, pesar, vergüenza, lástima y una mezcla mayor de sentimientos cómo los docentes alcanzan a "igualarse" con los estudiantes. En muchos aspectos, desde lo más ruin de los comportamientos de los chicos hasta ponerlos en el nivel de sujetos de alta dialéctica. La escuela desde su fundamento en la antigüedad, la academia fundada por Platón, dicta que los más eruditos son los que la forman. Sólo tienen acceso aquéllos que tienen las aptitudes para pertenecer allí. Dicen que en la entrada de la academia se leía: “no entre el que no sepa geometría”. El mensaje dice que a los espacios de la discusión pedagógica, de ciencia, de academia entran sólo aquéllos que están dotados de la erudición suficiente para la discusión.
Me asombra ver cómo los docentes inmiscuyen a estudiantes, padres de familia, a cualquiera en la discusión de la más alta pedagogía. Ponen en el mismo nivel para el debate epistemológico de esta "ciencia" a cualquiera. Esto deja sin piso el saber del docente, el cual es equiparado con el del joven de 15 años o menos que a penas puede deletrear y su mayor habilidad es poner memes con su reducido vocabulario en facebook o whatsapp.
Viene desde hace unas décadas tomando fuerza la idea de que la pedagogía es una "ciencia", afín a las sociales o de la misma familia. Criticado este concepto por las llamadas ciencias de la naturaleza, en parte por su falta de rigurosidad en su epistemología. Compartiendo con los docentes de diario doy la razón a quiénes cuestionan la cientificidad de la pedagogía. No hay nada tan impreciso como el saber de los licenciados, espcialistas y hasta doctores en educación. Si bien a esta ciencia la asiste el hecho de hacer parte de las ciencias sociales y de utilizar métodos de corte comprensivo, los instrumentos de que se vale también pueden ser de corte cuantitativo. Pero bueno,...
Después de esta mínima disertación, quiero puntualizar que los docentes se quejan de haber perdido "status" o reconocimiento social. Bien ganado lo tienen, pues si puede disertar de conceptos propios de la ciencia como calidad educativa, sistema educativo, metodologías de enseñanza, didáctica y otros más de igual modo el tendero de la esquina, el estudiante de octavo, undécimo o normalista que el doctor en educación... ¿Para qué un doctorado en educación?
Zapatero a tus zapatos, dicho popular, tan sabio como la máxima de Platón. Hay asuntos que competen a los expertos y temáticas que discuten entre los que se han dedicado a un determinado saber, arte u oficio, o por qué no decirlo, ciencia.
Es irrisorio escuchar las conversaciones espontáneas de los que van a fútbol y hablan con tanta propiedad de estrategia de juego, de quién debió salir, a quién debió colocar el técnico que uno llega a pensar que deberían ser los estrategas ellos y no el que allí está detentando el cargo. Ignoran cuáles son las motivaciones y las situaciones propias del oficio. Pero vale decir que "la ignorancia es atrevida" y yo le agregaría "vergonzosa" pero por su propia condición no sabe lo que es.
Poner a los estudiantes a discurrir sobre los conceptos más elaborados de la pedagogía: la misma pedagogía, la didáctica, las metodologías, la evaluación, es como cuando a un neófito en el asunto, un ingeniero de sistemas le pide la opinión acerca de las limitaciones o ventajas que tienen linux respecto a macintosh o de estos entre sí frente a windows. Cualquier afirmación será ridícula. Zapatero a tus zapatos.
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